«La arquitectura es el juego sabio, correcto y magnífico de los volúmenes bajo la luz (…)»
Le Corbusier (1920)
La Luz, fue domesticada por el hombre antes que consiguiera darse calor o utilizar el agua para lavarse y digo domesticada porque lo hizo poniéndole límites, probándola, escondiéndose de ella, conversando con ella. La arquitectura fue la herramienta y el método por el cual diferentes civilizaciones a lo largo de la historia mostraban al mundo sus diferentes formas de convivir con la luz.
El problema aparecía cuando el sol se apagaba, a lo largo de la historia, esa ausencia de luz generaba otras formas de interactuar con esta que incluso hacía cambiar el estado de ánimo de las personas, ya no era una luz que se colaba por cada rincón del espacio, ya no se manchaban todas las aristas, ahora nos acercabamos a pequeños focos de luz como si de magia se tratase para que nos resolviera esta tan odiada ausencia de luz para unos y tan querida para otros.
En la actualidad sigue siendo la asignatura pendiente a pesar de haberse dados grandes pasos en este sentido.
Nos encontramos con diferentes sensaciones a la hora de enfrentarnos a la luz según momentos y estados de ánimo, el sol nos impone una intensidad y una temperatura de color que sigue los ciclos biológicos sincronizandose con el tiempo, sin embargo en la era moderna queremos luchar y seguir domesticando la naturaleza, ahora queremos temperaturas de color determinadas no según la hora del día sino dependiendo de en qué espacio nos encontramos o con qué estado de ánimo.
La dificultad estriba cuando ya no tenemos ese flujo lumínico tan intenso como en las horas de sol, volvemos a generar pequeños focos intensos de flujo luminoso concentrados en diferentes puntos de nuestra estructura arquitectónica cenital que nos cubre en los espacios que habitamos, como ya se hacía a lo largo de la historia con el fuego.
Pero ¿y si empezamos a generar flujos luminosos cada vez más grandes de tal forma que nuestros techos proyecten luz en todo su área, controlando la temperatura de color sincronizada con nuestros ciclos biológicos con la ayuda de la tecnología domótica? ¡Tenemos un gran reto por delante!
Jorge del Campo. Arquitecto
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